Todos sabemos que es habitual encontrar personas con una personalidad compleja en todos los ámbitos de nuestra vida, incluido evidentemente el laboral. De entre estas personalidades, están las llamadas "tóxicas". Dentro del entorno laboral, estas personas se convierten en auténticos malos compañeros de trabajo. Normalmente, están formados por un conjunto de rasgos, que pueden ser muchos y muy diferentes, pero que tienen el denominador común de podernos jugar muchas malas pasadas al trabajo. Lo más necesario es saberlos distinguir, aislar y, sobre todo, evitar.
En el día a día laboral podemos tener que compartir trabajo con tóxicos muy diferentes, tales como:
Podríamos hacer una larguísima descripción de características psicológicas y sociales de cada uno de estos tipos, y también añadir muchos más, pero este no es el objetivo del artículo de hoy. La finalidad es hablar de un tipo de tóxico que, desgraciadamente, es de los más habituales en el ámbito laboral. Este tóxico puede hacer más daño que ninguno otro dentro de un equipo de trabajo y, paradójicamente, sabe cómo pasar desapercibido durante tiempo y tiempo. Es el tóxico manipulador.
El manipulador es una persona que siempre se muestra amable y complaciente. Tiene empatía y es agradable. Nadie diría que, detrás de esa personalidad, pueda haber algún aspecto negativo. ¿Cuál es, pues, su arma principal? ¿Qué busca el tóxico manipulador?
Su voluntad es conseguir hacerse con el control de los pensamientos y decisiones de su entorno. Pero hacerlo de una manera elegante, sin que se note, sin que se sepa que detrás de todo está él. Este tóxico tiene recursos para saber contaminar su entorno poco a poco, para llevar las opiniones de sus víctimas hacia su terreno, para influir siempre bajo mano, para conseguir lo que quiere sin que nadie lo señale. Es realmente un experto del arte de la manipulación y, cuantos más adeptos gana, más fuerte se siente.
Si detectamos que hay algún sujeto manipulador en nuestro equipo de trabajo, sólo hay una opción posible: Eliminar su presencia en el equipo. En otras palabras, despedir a la persona. El manipulador es un claro perfil tóxico que actúa de mala fe y, por tanto, ante una actitud así la respuesta debe clara y contundente. No despedirlo sólo supone alargar una situación que no mejorará con el tiempo, porqué el manipulador no se puede reconducir ni cambiar. Es más, cuando nos hayamos podido deshacer del manipulador, tendremos una recompensa tan clara que lo único que podremos pensar es: "¿Por qué no lo hemos hecho antes"?