Dentro de la serie de artículos dedicados a los errores prototípicos que se cometen relacionados con la selección de personal, en esta ocasión queremos centrarnos en todo lo que tiene que ver con el ritmo más adecuado que debemos dar al proceso de selección. Y hablaremos del ritmo en los tres estadios del servicio: en el ANTES, en el DURANTE y, también, en el DESPUÉS.
Cuando nos planteamos incorporar a una persona, es bueno hacerlo con una cierta previsión, pero no podemos ser excesivamente anticipadores ni es recomendable, en general, comenzó el proceso meses antes de la incorporación real. El motivo es claro: si empezamos a mover hilos y a buscar candidatos con tanta antelación, estos candidatos pueden quedar por el camino si, mientras dura todo nuestro proceso, se les presenta alguna otra oferta profesional. La planificación es buena (y hay que decir que es necesaria si el perfil es de un nivel directivo, por ejemplo, en que la complejidad del traspaso de funciones es superior); pero trabajar con personal es trabajar en un entorno cambiante y, por tanto, cuanto más controlado lo tengamos en el tiempo mucho más seguro será el proceso.
Mientras dura el proceso de selección es necesario que todo se haga a buen ritmo: primeras y segundas entrevistas, pruebas, resultados, etc. En este punto, tener captada la atención de los candidatos hace que su implicación en el proceso sea mayor. Cuantos más días pasen entre acción y acción con los candidatos, más riesgo tenemos que cambie su situación y también sus esperanzas en el proceso.
En la fase final de la selección de personal, el error más prototípico que, como empresa de selección, hemos detectado a lo largo de nuestra trayectoria es la eternización de la fase final. En otras palabras: la empresa ya se ha decidido, pero no acaba de concretar el cómo y el cuándo será la contratación e incorporación, y deja pasar tiempo... Es realmente un peligro: podemos perder la persona cuando ya nos habíamos hecho a la idea, simplemente por no haberlo atado todo.
La conclusión final sería que el ritmo de un proceso debe ser constante y sin interrupciones, porque, como decíamos, las personas que están implicadas y que participan están dentro de un contexto que puede cambiar día a día.
...¡Y hasta aquí este artículo! A continuación, te dejamos nuestro siguiente post, en el que explicamos otro error muy común en la selección: Considerar solo las entrevistas como fuentes de información.